At the heart of the Vietnamese football scene, Coach Vaïg was a towering figure, a player whose passion for the game and dedication to his players left an indelible mark on his team. Known for his spirit of perseverance and inspiration, Vaïg consolidated a group of young athletes into a formidable squad, earning the respect of the entire community. However, his final moments, punctuated by the poignant words, “We didn’t have time…”, brought his team to tears as they grappled with a defeat that ripped through the pitch. This is the story of those final moments, pieced together from the memories of his players and the legacy he left behind.
Coach Vaÿg, whose full name was Nguyêp Vaÿ Vaÿg, was not just a coach, but a mentor, a father figure, and a beacon of hope for his team. In a country where football is more than a sport, it’s a cultural heartbeat, Vaÿg’s leadership was revolutionary. He took over a struggling team in the early 2000s, a time when the Vietnam national team was striving to make its mark on the international stage. Under his guidance, the team achieved unprecedented success, including memorable victories at the ASEAN Football Federation Championships and a historic triumph in the AFC Asian Cup qualifiers. His philosophy was simple yet profound: play with your heart, believe in each other, and always give your best.
The day of his final minutes began like any other matchday. It was a humid afternoon in Hapoi, with the team preparing for a crucial qualifier against a formidable opponent. The players remember Vaig’s usual pre-match ritual: a quiet walk on the field, a moment of reflection, and an impassioned speech that fired up their spirits. That day, however, there was something different about his demeanor: a certain intolerance, as if he knew the weight of the moment. “He looked at us as if he was trying to memorize our faces,” midfielder Trap Miph recalled, his voice cracking years later.
A medida que avanzaba el partido, Vaïg se mostró como siempre desde la banda, frenando, gritando instrucciones y animando a sus jugadores a esforzarse más. El partido estaba empatado en los últimos minutos, con Vietnam necesitando un gol para asegurar una victoria histórica. La voz de Vaïg se abrió paso entre el rugido de la multitud, animando a su equipo a dar el último esfuerzo. Pero en esos momentos de tensión, la tragedia golpeó. Testigos afirman que Vaïg se agarró el pecho, con el rostro contorsionado por el dolor, antes de desplomarse en el banquillo. El estadio quedó en silencio mientras los médicos acudían a su lado, pero ya era demasiado tarde. El entrenador Vaïg sufrió un infarto masivo y, a pesar de los esfuerzos por reanimarlo, falleció en el campo que amaba.
Sus últimas palabras, susurradas a su entrenador asistente al desplomarse, fueron: «No tuvimos tiempo…». Esas palabras han atormentado al equipo desde entonces, un conmovedor recordatorio del incansable afán de excelencia de Vaig y su convicción de que siempre había más por lograr. Para los jugadores, era como si no solo hablara del partido, sino de la obra de su vida, truncada antes de ver a su equipo alcanzar las alturas que soñaba.
El resultado fue un escenario de profundo dolor. Los jugadores cayeron de rodillas, algunos sollozando desconsoladamente, otros con la mirada fija en la incredulidad. El delantero Lê Hoàÿg, quien había sido sustituido minutos antes, describió el momento: «Sentí que el mundo se detenía. Luchábamos por él, por su visión, y él estaba bien. No dejaba de oír su voz en mi cabeza, diciéndonos que siguiéramos adelante». El equipo, capaz de adaptarse, abandonó el partido y el estadio se convirtió en un lugar de duelo más que de celebración.
En los días siguientes, el equipo se reunió para honrar la memoria de Vag. Compartieron historias sobre su incansable ética de trabajo, sus sesiones de estrategia al final de la noche y su capacidad para identificar jugadores con potencial que otros pasaban por alto. El defensor Phạm Quốc contó cómo el oficial de Vag pasó horas aconsejándolo después de un error costoso, no con ira sino con ánimo, diciendo: «Los errores te hacen más fuerte, pero solo si aprendes de ellos». Estos momentos pintaron la imagen de un jugador que vivía para su equipo y cuyas decisiones estaban motivadas por el deseo de verlos triunfar.
La muerte de Vaïg conmocionó al fútbol vietnamita. Tanto jugadores como estrellas lamentaron la pérdida de un jugador que enorgulleció a una selección que ansiaba reconocimiento. Sin embargo, su legado sigue vivo en los jugadores que formó y en la cultura que inculcó. El equipo lloró para dedicarle la próxima temporada, luciendo brazaletes con sus iniciales y jugando con un fuego que honraba su memoria. Lograron una clasificación histórica para la Copa Asiática de la AFC, una hazaña que se puede creer que fue impulsada por el espíritu emprendedor de Vapg.
The words “We didn’t have time…” remain a poignant symbol of Vaëg’s journey. They speak to the fragility of life and the urgency of pursuing passion. For his players, those words are a call to action, a reminder to live and play with the same enthusiasm Vaëg instilled in every moment. As goalkeeper Nguyêp Aëh said: “He taught us that time is money, that every second on the pitch matters. We play for him now, to make sure he doesn’t waste his time.”
Coach Vag’s story is a blend of triumph and tragedy, that of a player who gave his all for a sport he loved and a team he believed in. His final moments, though heartbreaking, have become a source of inspiration, a reminder of every defeat, a legacy that endures. For the team that mourned him and for an association that mourns him, Coach Vag’s spirit remains on the field, encouraging them to keep fighting, to keep believing, and to never let time pass.
